Pérdida de control sobre el cuerpo, mareo, respiración agitada, incluso sensación de ahogo. Saber por qué ocurre y cómo gestionarlo ayuda a superar estos episodios.
¿QUÉ HACER SI SUFRES UN ATAQUE DE ANSIEDAD?
No es fácil controlar una crisis, pero hay que intentar no pensar en que nos va a suceder algo malo porque cuanto más centremos en ello nuestros pensamientos, más síntomas vamos a tener.
Siéntate en un lugar tranquilo y cierra los ojos. Cuantos menos estímulos ambientales percibas, antes acabará la crisis.
Distrae tu atención hacia algo diferente a lo que te está sucediendo. Por ejemplo, puede resultar útil contar hacia atrás desde el 100, de 3 en 3, o concentrarte en algo físico: mira un objeto fijamente o toca algo que te permita relajarte.
Visualiza un lugar que te haga sentir bien: la playa, el campo o el cielo suelen dar sensación de paz. Rememora la visita a algún paisaje que te haya encantado y trata de recordar los sonidos y las sensaciones que allí sentías.
Intenta tener presente que los síntomas son una reacción al estrés. Repítete que las reacciones de tu organismo no son amenazantes ni peligrosas, que en un rato pasará y que todo va a solucionarse.
Procura controlar la respiración todo el rato. Cuando la respiración se hace consciente para nosotros y se acelera, se produce lo que se conoce como “hiperventilación”. Eso lleva a un desequilibrio entre la cantidad de oxígeno y la de CO2, aumentando mucho el primero y disminuyendo enormemente el segundo.
Pon en práctica este ejercicio. Toma aire por la boca mientras cuentas hasta 4 –debes notar que tu pecho y abdomen se llenan–, mantenlo un par de segundos y suéltalo lentamente contando de nuevo hasta 4. Repite hasta que dejes de hiperventilar. Fruncir los labios como intentando soplar una vela puede ser útil, así como respirar dentro de una bolsa de papel.
La relajación muscular también puede serte útil. Concéntrate en tu cuerpo y “suelta” conscientemente cada músculo desde los pies a la cabeza.
Usa aceites esenciales esenciales. Ponte unas gotas en las muñecas o échalas en un pañuelo y huélelo. Las infusiones de
valeriana, manzanilla, tila o lavanda son relajantes naturales.
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